El evento organizado el pasado 26 de noviembre por el Espacio Dinamo y la biblioteca pública Huerta de la Salud bajo el nombre Dibujando y brindando en el Silo no se trataba de un concurso, ni tampoco de un certamen para profesionales de esta disciplina, sino de un pretexto para reunirse y celebrar la reapertura del Silo.

A la cita acudieron, sobre todo, vecinas y vecinos del distrito, de distintos niveles y edades, pero también se animaron a participar personas de otros barrios que no dudaron en acercarse para disfrutar dibujando Hortaleza.

EL ARTE COMO HERRAMIENTA

El Silo es todo un símbolo de nuestro barrio, y no hay debate. Desde que se construyó allá por 1928, ha estado custodiando nuestras calles y aguantando el tipo. Lo vemos de pasada, reproducido en logos y carteles o al fondo iluminado de noche. Forma parte de nuestro día a día, pero casi siempre desde fuera. Lo habitamos poco. En parte por sus constantes cierres y reaperturas, pero también por la falta de propuestas que inviten a subir.

El mirador es una auténtica joya que muy pocos conocen y las vistas son inigualables. Es el lugar perfecto para dibujar, para pintar, para hacer fotografía o para buscar en el horizonte
pueblos, picos y edificios emblemáticos. Gracias a este encuentro, la séptima planta de nuestra torre volvió a llenarse de vida.

Dibujando Hortaleza

Las magníficas vistas del distrito que se contemplan desde el Silo sirvieron de inspiración a las artistas.

ÉXITO DE CONVOCATORIA

Debido al aforo y al horario de apertura, el evento se desarrolló en dos tandas. La inscripción fue gratuita y los organizadores se encargaron de poner todos los materiales y recursos necesarios para llevar a cabo la actividad. Además, un vecino ofreció de manera desinteresada varias botellas de vino y un aperitivo.

Las plazas eran limitadas y se animó tanta gente que la cantidad de personas que quedaron en lista de espera casi igualó al número de participantes. Esto refleja la salud de la que goza nuestro movimiento vecinal y asociativo, pero también la necesidad imperiosa de lanzar más propuestas de este carácter para recuperar nuestros espacios.

Se animó tanta gente que el número de personas en lista de espera casi igualó al de participantes

La técnica utilizada fue el carboncillo. A medida que iban llegando, los asistentes elegían el caballete desde el que querían dibujar. La soleadísima mañana transcurrió entre charlas, bromas, brindis y jazz.

“Queremos que este tipo de convocatorias sean más habituales y constantes. En primer lugar, porque la mayor parte de propuestas artísticas se encuentran en la almendra central y muchas veces esa distancia es un hándicap para nuestras vecinas. Por otro lado, si algo se hace patente con este tipo de encuentros, es que hay demanda, ganas y viabilidad de sobra”, afirman desde la organización.

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