La cita era en el Palacio de Hielo. No fue una casualidad. Alberto Reyero traía bajo el brazo un ejemplar de Morirán de forma indigna, un libro en el que denuncia lo ocurrido con los protocolos sanitarios y las residencias durante la pandemia.

Pero llegó Javi Portillo, fotógrafo de Hortaleza Periódico Vecinal, y planteó una objeción. La foto en este lugar, que tuvo otro frío destino, no era ética. Esta página está dedicada a conocer a la persona, a una vecino del distrito con el que cualquier día nos cruzamos. La pista del hielo sería un resbalón en los valores de este periódico; así que, buscamos el abrigo de un parque.

Alberto estaba conforme, aunque después comentara que hubiera preferido de fondo el centro integrado de Servicios Sociales de Hortaleza, el antiguo Rubén Darío. Sin duda, su ADN está marcado por los derechos sociales. Este es el marco que lo define, un lugar en el que su figura de cerca es más robusta que la imagen que de él muestra el torrente mediático.

PREGUNTA: ¿Tú de dónde eres?

RESPUESTA: Yo nací en Madrid. He vivido en muchas partes de Madrid.

¿Y en Hortaleza?

Yo fui a un colegio del distrito, a los maristas de San José del Parque. Realmente, vine a vivir al distrito cuando tuve a mi hija en el año 96. Del 96 al 2005, viví en la Gran Vía de Hortaleza.

Desde el 2005, en Sanchinarro. Puedo decir que la mayor parte del tiempo he vivido en Hortaleza.

¿Es especial para ti?

Y ha sido donde más me he implicado también. Empecé a militar en UPyD en 2008 y, al poco, me convertí en el coordinador del distrito de Hortaleza. Entonces, empecé a conocer Radio Enlace, las asociaciones de vecinos…

¿No mucho tiempo?

Después, pasé a la política autonómica en 2011 y dejé de tener esa relación con el barrio.

¿De formación eres abogado?

Los que estudiamos Derecho éramos casi los que no teníamos vocación. De hecho, nunca me he dedicado a la abogacía como tal. He trabajado en el mundo de la empresa, pero en recursos humanos. Hasta que llegó la política y cambió mi orientación profesional.

¿Todo está relacionado?

No tanto. Me motivaba lo social, pero los recursos humanos de una empresa, comparados con las políticas sociales, no tienen nada que ver.

¿Qué te llevó a lo social?

En 2007, mi madre tuvo un ictus que la dejó realmente paralizada. Fue el primer momento en el que me enfrenté a la dependencia en casa. En ese momento, la ley de dependencia en la Comunidad de Madrid se estaba boicoteando y decidí involucrarme.

¿Cómo?

Escribí un blog que tuvo su tiempo y que tenía un título brutal: No es Madrid para viejos. Costó mucho conseguir las ayudas de dependencia. El blog empezó a ser muy conocido. Hubo un reportaje en el que hablaban de los mil días que llevábamos desde que habíamos solicitado la ayuda.

Vi que la ley de dependencia no funcionaba y eso me hizo involucrarme políticamente y, al final, acabé de diputado autonómico en el 2011 con UPyD. Estuve una legislatura con UPyD y la siguiente con Ciudadanos.

"Vi que la ley de dependencia no funcionaba y eso me hizo involucrarme políticamente"

¿Dependencia de la madre?

Yo me he dedicado a las políticas sociales y, si me hubieran dicho dedícate a lo del transporte, no hubiera durado nada porque lo que me gusta es la parte social.

¿Cómo ves las políticas sociales?

Es mi visión de centro. La derecha tiene la tendencia a ver las políticas sociales como una cuestión de caridad. No entienden las políticas sociales como un derecho. Incluso cuando tienen un poco más de implicación social, lo ven como caridad.

¿Qué es el centro político?

En la economía, puedo estar más de acuerdo con lo que piensa la derecha, pero en lo social puedo estar más de acuerdo con lo que piensa la izquierda.

¿Cómo estamos en lo social?

En España, ahora mismo, la Comunidad de Madrid tiene la peor nota de toda España en el ranking, siendo este independiente.

¿Sentiste vértigo al asumir Servicios Sociales?

Vértigo no porque estuve ocho años en la oposición. Llegué con un conocimiento de qué proceso había que hacer y tenía muy claro cuáles eran las necesidades de las políticas sociales en Madrid y, en ese sentido, nos pusimos en marcha. Fui con un equipo que, por primera vez, en la consejería era un equipo profesional, o sea, yo no traje a trabajar en Infancia a uno del partido a ver dónde lo colocamos y tal.

¿Y qué pasó?

Desgraciadamente, llegó la pandemia y nos tocó estar en un gobierno de coalición, con unas ideas muy distintas a las nuestras. No hubo ninguna concesión a nada ni en violencia de género ni LGTBI ni en temas de menores extranjeros acompañados…

No nos dejamos avasallar por eso, a pesar de que la situación no era sencilla. La pandemia condicionó todo e hizo muy difícil poder hacer las cosas que teníamos pensadas.

¿Qué condiciona más?

Los mayores tienen la atención que les dedicamos en los presupuestos. En España, dedicamos a los mayores el 0,8 del PIB. En Alemania, Italia y Francia, les dedican casi un 2%. Si queremos tener unos servicios parecidos, hay que dedicarles más dinero.

¿Es posible llegar?

Para llegar a ese 2%, se necesita tiempo y eso te hace priorizar en aquellas cosas a las que quieres dedicarles más dinero, a lo mejor en detrimento de otras cosas que no son tan importantes.

Era un consejería muy grande. En el momento en que llegué, tenía 1.800 millones de euros de presupuesto. Me sentía con conocimiento de lo que había y de lo que era necesario hacer.

"En España, dedicamos a los mayores el 0,8 del PIB. En Alemania, Italia y Francia, les dedican casi un 2%"

¿Qué pasó con los centros de acogida?

El tema del centro de primera acogida era tan importante para mí… Bueno, fue el primer centro que yo visité de todos los centros que tenía en toda la red. Hice una visita oficial el 20 de agosto y el día 28, a la una de la mañana, me presenté para conocer la realidad. Me acuerdo que era el 28 de agosto porque era mi cumpleaños. Llamamos al timbre y vimos la realidad de lo que ocurría. Allí había un problema de recursos. El sistema estalló.

El centro de primera acogida se convirtió en un embudo porque era un sitio en el que los chavales tienen que estar muy poco tiempo. La obligación de una comunidad autónoma es atender a los niños que lleguen a esa comunidad autónoma. Eso no es discutible, a pesar de todo lo que dijera Vox.

A un menor que esté en la Comunidad de Madrid hay que atenderlo de la mejor manera posible. Llegó la pandemia. La llegada de menores se redujo y, de hecho, ahora no es un problema porque hay pocos.

Son chavales que, en algunos casos, tienen una vida muy difícil y son difíciles de gestionar, pero, en cualquier caso tienes la obligación de gestionarlo y hay muchos casos de éxito que parece que nos olvidamos.

¿De qué estás más satisfecho?

Fue antes de ocupar la consejería. Lo que propuse fue para solucionar el gran problema que tenemos en esta ciudad que es en la Cañada Real. Propuse un pacto regional por la Cañada Real que, al final, se aprobó. Se aprobó por todas las administraciones involucradas. Por los ayuntamientos de Coslada, Rivas, Madrid. Hubo un proceso en el que todo el mundo estaba implicado.

¿Qué pasó con el protocolo en pandemia?

Cuando me lo enseñaron los responsables de las residencias públicas de Madrid, fue de incredulidad y les dije: «No os preocupéis, que esto lo voy a hablar internamente».

Y ahí fue cuando empecé a hablar de manera verbal y también a escribir primero emails y después cartas. De hecho, el título del libro, que es Morir de forma indigna, es una frase que yo menciono en el primer correo que le envío al consejero de Sanidad.

Alberto Reyero

¿Y qué te decían?

Ellos me venían a decir que la decisión siempre era clínica, que realmente eso no se aplicaba… Luego, empezamos a ver qué consecuencias había. Vimos lo que significaba el parón real sobre las derivaciones a los hospitales, veíamos cuál era la situación en los propios hospitales.

O sea, que se aplicaba.

Está firmada por un alto cargo de la Consejería de Sanidad. Y por mucho que se han dedicado a contar la película de que si era un borrador… No era un borrador. Era un documento perfectamente escrito y totalmente con fecha y hora y no genera ninguna duda. Se excluyó a personas simplemente por una cuestión de edad y de dependencia. ¡Me rebelo!

La única comunidad autónoma donde hay un procedimiento por escrito en el que se habla de exclusión en función de unos criterios de discapacidad y dependencia es en la Comunidad de Madrid.

Pero había colapso hospitalario.

Se montó un hospital, que yo digo que fue un plató televisivo, en el que se excluyó a las personas de las residencias. Desgraciadamente, desde el punto de vista comunicativo, lo han manejado muy bien. Pero, claro, los datos son terribles.

Dijeron que lo iban a abrir con 5.500 camas. La máxima ocupación fue de 1.500. Ingresaron durante las cinco semanas que estuvo abierto 3.811 personas. Solo 23 vinieron de dos residencias porque alguien se equivocó en llevar a estas personas a Ifema. Lo que me parece sangrante es que, durante el periodo que estuvo abierto Ifema, fallecieron allí 16 personas. En ese periodo en las residencias de la Comunidad de Madrid, fallecieron entorno a 5.000.

"Madrid es la única comunidad autónoma donde hay un procedimiento por escrito en el que se habla de exclusión según criterios de discapacidad y dependencia"

¿Cuál es la causa?

La cosa tiene truco. Si tú derivas a las personas leves, pues lógicamente se te mueren pocas. Si envías a las personas graves de las residencias, muchas se hubieran muerto igual. Usar eso desde el punto de vista marketiniano me parece deplorable. Era un plató televisivo para la promoción de la presidenta.

¿Había que elegir?

Según dicen los medios, montar Ifema supuso derivar a mil médicos de Atención Primaria. ¿Qué hubiera ocurrido si, en vez de derivar a estos mil médicos a Ifema, se hubieran derivado a las propias residencias?

Se prefirió derivarlos a Ifema porque era más fácil de vender. Eso es una decisión política. ¿Alguien se tiene que preguntar por qué en Ifema murieron solo 16 personas y en las residencias, 5.000?

Se dijo que faltaban camas.

Lo que es una barbaridad es que luego nos enteramos de que, en los hospitales privados, hubo camas disponibles. Y cuando se les preguntó cuántas personas fueron derivadas de una residencia a un hospital privado, la respuesta fue ninguna. No quiero vivir en una sociedad donde lo importante sea el dinero que tengas.

¿Cuándo decidiste escribir el libro?

En primer momento, cuando dimití el 2 de octubre de 2020 para entender lo que había pasado. Cuando dinamitaron en la Asamblea de Madrid la comisión de investigación a la que yo iba a asistir para explicar mi gestión, me dije: «Esto lo publico porque lo tiene que conocer toda la ciudadanía, los familiares…».

Y luego también por una cuestión personal. El que no hubiera una comisión de investigación a mí me impedía contar qué es lo que había hecho.

¿Por qué se han opuesto?

Es una vergüenza que se opongan a que haya una comisión de investigación. Y también pienso que yo cuento mi versión, que es la mía, totalmente parcial. Seguro que habrá otra persona que tenga una versión opuesta a la mía. Lo único que pido es que la cuenten.

No es la primera vez.

Habría que tratar la historia de una forma honesta, pero no solo con la idea de que los culpables paguen lo que han hecho, sino de que no se vuelvan a repetir los errores que se han cometido. Si tapamos todo, nunca mejoraremos.

Hablaron de no abrir heridas.

Eso me parece absolutamente demencial. Las víctimas quieren que se sepa la verdad y que se haga justicia. Tenemos que oír a la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, y al vicepresidente, Enrique Ossorio, diciendo que ellos no abren la comisión de investigación para proteger a esas familias. Pero ¿habéis hablado con ellos? ¿Sabéis lo que quieren?

"Las víctimas quieren que se sepa la verdad y que se haga justicia"

¿Qué te dijeron en casa?

Ellos querían que dimitiera desde mucho antes. Viendo la indiferencia que había, por otra parte, pensé si tenía sentido que yo estuviese allí. Pero sí, decidí que, mientras estuviera el estado de alarma en marcha, por responsabilidad, tenía que permanecer, aunque me costara trabajo permanecer.

Sobre todo, desde junio hasta octubre, se me hizo muy cuesta arriba asistir a los consejos de Gobierno porque tenía la sensación de que estaba sentado al lado de personas que no tenían escrúpulos. Y a mí me costaba trabajo los miércoles sentarme allí. Fueron semanas duras. Mi familia lo que deseaba era que me marchara.

¿Hubo campaña contra ti?

Desde la propia Dirección de Comunicación del Gobierno se filtraban informaciones con determinados mensajes. Eso lo dinamité en el momento en que dije que yo había advertido al consejero de Sanidad y enseñé los emails que lo atestiguaban. Eso les descolocó.

¿Qué reacción ha habido a tu libro?

He notado el apoyo de mucha gente que no entendía lo que había ocurrido. Por la parte más aludida, silencio absoluto, pero he contribuido a que se volviera a hablar del tema. Quiero alzar la voz como hice en la pandemia y ahora sobre lo que ocurrió.

Como este es un país muy polarizado, los medios de izquierdas se han hecho eco todos. En los medios de derechas, ha sido un silencio absoluto. Para El Mundo, La Razón y ABC, el libro no existe. Para los medios de izquierdas, sí.

En los medios públicos es curioso. He entrado en directo en un programa de Euskal Telebista, pero en Telemadrid no me han llamado. A lo mejor es que los fallecidos eran todos vascos (ironía).

¿Cómo te defines?

En el prólogo que me lo escribió amablemente Manuel Rico, dice una frase con la que estoy de acuerdo: que intento ser justo con todo el mundo, incluso con las personas que me atacaron. Por eso, lo que digo lo demuestro.

¿Ahora trabajas?

Me pidieron que mantuviera el escaño de diputado y estuve hasta el mes de junio. A partir de ese momento, lo que hice con otros compañeros fue montar una consultora. Somos una consultora de asuntos públicos dedicada a lo social. Estamos trabajando en todo tipo de temas: discapacidad, mayores, infancia, sinhogarismo… Se llama Empatía.

"Empatía es una consultora de asuntos públicos donde nos dedicamos a lo social"

¿En qué consiste?

De alguna manera, sigo haciendo cosas muy parecidas desde otro punto de vista, ayudándoles a que en muchos casos se reúnan con los grupos políticos, con los ministerios, con las consejerías, a que se les oiga de manera suficiente. No ha habido nadie que se haya dedicado a trabajar en incidencia política con las entidades sociales.

¿Cómo un lobby?

Lobby se entiende en España de manera negativa, pero es una herramienta en las democracias occidentales. No se trata de pagar para que se cambie una determinada legislación.

Por ejemplo, si en el mundo de Hortaleza queremos influir como asociaciones de vecinos, hay que hacer una labor de incidencia política con los representantes en el Ayuntamiento, hay que reunirse con el concejal… Y muchas veces, las entidades sociales no saben cómo hacerlo.

Pero ¿no os pueden pagar?

Las pequeñas, en muchos casos, sí que reciben subvenciones determinadas que se pueden dedicar a incidencia política y, en un momento determinado, es muy importante que puedan hacer esa incidencia y le puedan dedicar el tiempo e, incluso, el presupuesto a esa labor.

¿Qué tipo de trabajos hacéis?

El tercer sector es muy grande, diverso y heterogéneo. Estamos trabajando con los enfermos de ELA para intentar cambiar la atención residencial a personas a las que actualmente no se les da ningún tipo de alternativa. Estamos trabajando con los mayores que están organizados con el tema de acabar con la brecha digital.

Estamos trabajando con temas de discapacidad relacionados con la reforma que ha habido en el sistema de tutela con la gente de la Fundación ONCE, también de cambiar la percepción por parte de la sociedad. Trabajamos también con una entidad importante de sinhoragarismo para hacer una incidencia política en algunas zonas de España. Al final, hay espacio para contribuir.

Te iba a preguntar por el futuro.

El futuro está en el presente, ya estoy en ello.

Albero Reyero

Albero Reyero, sosteniendo en las manos su libro ‘Morirán de forma indigna’. JAVIER PORTILLO

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