Las actuaciones en defensa de la sanidad pública protagonizadas tanto por los profesionales como por los usuarios de la Atención Primaria continúan ante la falta de propuestas reales de la Consejería de Sanidad madrileña que solucionen los problemas derivados de los años de recortes en la región, que impiden que se pueda dar un servicio de calidad a los pacientes y que se han visto agravados durante la pandemia.

La sobrecarga de agendas llevó a los médicos y pediatras de Atención Primaria de Madrid a ponerse en huelga indefinida el pasado 21 de noviembre para reclamar mejores condiciones laborales que permitan contratar a más profesionales para poder “atender a cada paciente durante 10 minutos en las consultas de medicina familiar y 15 minutos en las de pediatría”, lo que supondría “limitar a 21 pacientes al día por pediatra y 31 por médico”.

Pasadas las Navidades y obligados a cogerse las vacaciones (cuando lo normal es que tengan hasta marzo), el jueves 19 de enero dio comienzo un encierro de médicos y pediatras de todo Madrid en el local de la Soci de Manoteras. Así se ha consolidado el apoyo del tejido asociativo a la defensa de la Atención Primaria, pues “había que buscar otras formas para que la población también fuera partícipe y consciente de la situación”.

La respuesta de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso (Partido Popular), ha sido decir que todos son “sindicalistas” y que las “protestas están politizadas”.

Piden 10 minutos por consulta en medicina de familia y 15 minutos en pediatría, con 31 y 21 pacientes por día respectivamente

Sin embargo, ellos tienen muy claras las razones de la huelga y del encierro. “Porque soy médico y amo mi profesión”, contesta Alfonso López García de Viedma, médico de familia y cirujano pediátrico jubilado. “He luchado siempre por mejorar la situación y ahora no puedo mirar para atrás”.

Además, la política es un tema que no suele estar presente en sus conversaciones. “Aquí a nadie le importa a quién votas y la mayoría no pertenecemos a ningún sindicato –asegura Alfonso–. Lo importante es que todos estamos de acuerdo en que no se puede atender adecuadamente a los pacientes en estas condiciones”.

Alfonso ha trabajado 45 años en la asistencia pública y en la Atención Primaria los últimos 33 años, donde se ha jubilado pasando consulta en el centro de salud Benita de Ávila (Hortaleza), y está curtido en estas luchas con la Administración. “Desde el año 2006, yo ya iba con pancartas pidiendo dignidad y calidad. Pasan los años y seguimos pidiendo lo mismo, pero ahora queremos que eso sea real”.

Sus compañeras y compañeros comentan que lo han nombrado su “coach oficial” y no es de extrañar porque sus palabras están avaladas por años de experiencia y cargadas de una actitud positiva que les contagia de energía para continuar. “El encierro es una forma de reforzarnos entre nosotros porque está siendo muy duro”, explica Antonio Cabrera Majada, médico de familia desde hace 20 años que trabaja en el centro de salud Daroca (Ciudad Lineal).

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Antonio Cabrera, médico de familia del centro de salud Daroca. DAVID NAVARRO

Por un lado, está el punto de vista económico, ya que está suponiendo un impacto muy fuerte para muchos. “El otro día llegaron las primeras nóminas y hay compañeros que están cobrando 200 o 300 euros”.

Para intentar paliar esta pérdida de ingresos, se ha creado una caja de resistencia que se nutre de los beneficios obtenidos por la venta en Amazon del libro Hasta los fonendos: diario de una huelga, compuesto por 33 relatos de 33 médicos y pediatras de Atención Primaria (cuya lectura sigue a los aplausos que han vuelto a escucharse a las ocho de la tarde frente a las puertas de la Soci), así como en jornadas de juegos de mesa y rol organizadas por Generación Hortaleza o por el Carnaval de la asociación vecinal La Unión de Hortaleza.

Por otra parte, la conciliación laboral, ya que tienen que alternar estar en el encierro con cubrir los servicios mínimos en sus centros de salud. Algo que para Antonio “está siendo mucho más duro a nivel emocional por el hecho de no ver a los pacientes”, sin olvidar tampoco el tiempo que dejan de estar con sus familias. “Yo antes tenía muchas más horas para poder estar con mis hijos. Pero, bueno, en el fondo lo van comprendiendo todo y nos apoyan”.

Un caso diferente es el de María Elena Cabezas Tapia, pediatra desde hace 15 años que trabaja en turno de tarde en el centro de salud Villaviciosa de Odón desde 2015, ya que se une la falta de pediatras –“en mi centro somos tres (uno de mañana y dos de turno de tarde) y siempre tiene que haber servicios mínimos”– a la falta de conciliación en el turno de tarde –“sales a las nueve de la noche y, si tus hijos son pequeños, ya no los ves. Igual que yo están muchas compañeras, sobre todo mujeres, porque esta profesión está muy feminizada”–.

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María Elena Cabezas, pediatra en el centro de salud Villaviciosa de Odón. DAVID NAVARRO

De nuevo la escasez de profesionales que quieran realizar su trabajo en la Comunidad de Madrid y las malas condiciones laborales se encuentran en el centro del problema. En toda la región, hay miles de plazas sin ocupar –sobre todo a nivel de tardes–, donde hay un millón de pacientes sin médico de familia asignado y 200.000 niños sin pediatra.

“Hay que mejorar las condiciones de conciliación de las personas que trabajan de tarde para que esa sangría disminuya”, argumenta el doctor Antonio Cabrera, haciendo alusión al éxodo de residentes que se van fuera de Madrid o de España a trabajar o a los profesionales que han decido trasladarse. “Atender a 50 o 60 pacientes al día durante 10 o 15 años –y más durante la pandemia, que ha subido ese número– ha hecho que mucha gente abandone la situación”.

La pediatra María Elena, por su parte, tiene claro que la Consejería de Sanidad no les da un trato acorde a los años que han dedicado a su formación. “Hay un exceso de papeleo, no se hace medicina clínica, no tenemos tiempo para formación, cobramos una tercera parte que nuestros colegas fuera de España, falta de conciliación, no hay plazas fijas…”.

Además, las convocatorias de las oposiciones son cada 8 o 10 años, su resolución se alarga interminablemente en el tiempo y, en muchos casos, no suponen nuevas contrataciones. “En la última oposición de pediatría –convocada en 2019–, de las más de 300 plazas ofertadas se incorporan 150, de los cuales realmente solo 26 son nuevas contrataciones porque el resto ya trabajaban en Atención Primaria”.

“La medicina de familia y la pediatría son las especialidades más bonitas que hay en la medicina y el que la conoce la ama tanto que tiene que luchar por ella”

Tanto María Elena como Antonio comprenden perfectamente las razones que llevan a muchas de sus compañeras y compañeros de profesión a emigrar. “A lo mejor, si hubiese abierto los ojos hace 15 años, cuando acabé mi formación, me lo hubiese planteado”, confiesa María Elena.

De hecho, uno de sus residentes fue uno de los pioneros que se fueron a Suecia. “Me cuenta que tienen 15 pacientes al día, cuando yo empiezo la agenda con 30 más todos los que vienen de urgencias”, argumenta. Sin embargo, tiene muy claro que ella no se va a ir: “He vivido siempre en Madrid y no me quiero ir porque estoy muy a gusto y tengo aquí a todos mis lazos humanos”.

Situación completamente distinta es en la que se encuentra el ya jubilado doctor López García de Viedma. “Yo ahora lucho por tener un médico de familia que atienda, que me cuide, que me escuche cuando vaya a verlo y no que me digan que se ha ido a Suecia o que lleva dos meses de baja por ansiedad”.

Por eso anima a sus compañeras y compañeros a continuar luchando por conseguir una Atención Primaria de calidad. “La medicina de familia y la pediatría son las especialidades más bonitas que hay en la medicina –afirma el doctor Alfonso López con una sonrisa– y el que la conoce la ama tanto que tiene que luchar por ella”.

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Alfonso López García de Viedma, médico de familia y cirujano pediátrico jubilado. DAVID NAVARRO

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